"Escribo porque no sé coser, ni hacer punto, nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasías ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz".
Irene Vallejo Moreu.
La Escritura
Vivencial ha sido mi espacio de cuidar mi alma más allá de eso de: “saber
dominar el arte de escribir”. Más no sé si estos escritos que dejo aquí tengan
eso. Siento que llevan parte de mi memoria fragmentada, imperfecta, un corazón
que se ha dispuesto a una hoguera con horas de expiación…
Escribir con otras
me ha regalado numerosas veces la hermosa experiencia de palpitar eso
intangible cuando creamos juntas sin candados, soñando que podemos mejorar
nuestro cuidado colectivo.
Llegar al final de
este viaje por Agua, Tierra, Aire y ahora Fuego, ha tenido una especial carga
de ansiedad y disculpas que me fui contando.
A ratos y muchas veces confieso, en esta
libertad que da el autocuidado, he querido abandonar lo colectivo, eso que un
día nació bajo otras realidades que ya no lo tiñen hoy. Y sintiéndome con una
especie de “deber cumplido” es que dejo a ustedes, especialmente a quienes nos han
acompañado en las distintas ocasiones lo que hemos dado a luz; la palabra.
Reciban un abrazo fraterno y con ese hasta pronto con la certeza de haber
llegado al cierre de un ciclo.
Dejar aquí este
manuscrito significa _como me dijo alguien- esas “infinitas razones para no
estar alegre”, cuando el sol “un magnífico verdugo, calcinó las que estaban más
a la mano…” Y para esos corazones que “me quiere tanto”, les digo; tuve que
“arderme” en silencios.
En Osorno, a finales de julio del 2024.-
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